În memoria mâinilor s-a răspândit toată lumina litoralului.
Ochii ce coboară în suspinul
preludiului, trec prin indigo
direct pe sânii păsărilor.
În profunzimea atingerii am
citit infinitatea omului. (Sângerările pulsului
în timp ce navigam prin
nerăbdare.)
Orele condensau tot
somnambulismul, gemând profund şi imemorial.
Zăngănitul corporalităţii, urma
laborioasă a jubileului.
În ţara valurilor seculare,
stropii inepuizabili cu trena lor.
(Există în această lume intimă
o renaştere în adâncul sufletelor, unde unii aşteaptă
ca magnetismul febrei să fie
lumină: în memorie,
lungul drum al orelor.) Spre
zorii secetoşi, furtuna florilor.
În lemnul timpului extins,
lumea triunghiulară a nebuniei.
Începând cu perenitatea
golului, neadormita sete în grădina plină de speranţă.
Golul gâfâind în lutul
verbelor: se joacă cu limba
precum un copil cu mâinile;
ne jucam ultima carte a apelor…
© André Cruchaga, Barataria, 02.XII.2014
© Traducerea Ioana Haitchi –
Jeanne Christiane, 12.08.2015, Klausenburg
Foto: Internet
CUERPO DESNUDO
En la memoria de las manos, la luz toda del litoral desparramado.
Los ojos que descienden en el suspiro del escarceo, —transcurre el índigo
sobre el seno urgente de pájaros.
En la profundidad del roce, leo la infinitud de lo humano. (Sangra el pulso
mientras navego a través de la impaciencia.)
Las horas condensan todo el sonambulismo, gemido hondo e inmemorial.
Del tableteo de la corporeidad, el vestigio laborioso del júbilo.
En la tierra del oleaje secular, salpica lo inagotable con sus trenes.
(Hay en este íntimo mundo, un desnacer de hondas almas, allí donde uno espera
que el magnetismo de la fiebre se haga luz: adentro de la memoria,
el ancho sendero de las horas.) Hacia el alba de la sequía, florece el cierzo.
En la madera extendida del tiempo, el planeta triangular de la locura.
Desde la perennidad tendida, la sed insomne del huerto esperanzado.
El jadeo vacía la arcilla de los verbos: juega el lenguaje como un niño
entre las manos; jugamos al libro último de las aguas…
En la memoria de las manos, la luz toda del litoral desparramado.
Los ojos que descienden en el suspiro del escarceo, —transcurre el índigo
sobre el seno urgente de pájaros.
En la profundidad del roce, leo la infinitud de lo humano. (Sangra el pulso
mientras navego a través de la impaciencia.)
Las horas condensan todo el sonambulismo, gemido hondo e inmemorial.
Del tableteo de la corporeidad, el vestigio laborioso del júbilo.
En la tierra del oleaje secular, salpica lo inagotable con sus trenes.
(Hay en este íntimo mundo, un desnacer de hondas almas, allí donde uno espera
que el magnetismo de la fiebre se haga luz: adentro de la memoria,
el ancho sendero de las horas.) Hacia el alba de la sequía, florece el cierzo.
En la madera extendida del tiempo, el planeta triangular de la locura.
Desde la perennidad tendida, la sed insomne del huerto esperanzado.
El jadeo vacía la arcilla de los verbos: juega el lenguaje como un niño
entre las manos; jugamos al libro último de las aguas…
© André Cruchaga, Barataria, 02.XII.2014
Articol preluat de pe blogul “Vorbe
faine din Ardeal by Ioana Haitchi”
© Ioana Haitchi – Copyright –
Toate drepturile rezervate
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